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4.03.2012

CUENTO #1



Y simulando que tomaba nota en aquella reunión con su parco y aburrido Jefe, sólo escribía su nombre repetidas veces seguido de garabatos, corazones y florecitas con los pétalos desproporcionados y desiguales. En un loco impulso que no pudo amarrar su cordura de mujer profesional, tomó su agenda, la cerró y sin dar explicaciones salió  de la sala de reuniones como si tuviera un hechizo que se apoderaba hormigueante por todas sus piernas. Sus oídos se cerraron a las protestas de su Jefe al igual que la puerta de la sala de juntas ante su espalda.
Fue a su escritorio, tomó su cartera y salió del edificio. Se sentía libre... sentía que un impulso le había cambiado su día. Se dirigió entonces al paradero en donde todas las tardes tomaba su autobús para ir a casa, pero esta vez no tomó el autobús de siempre; tomó una ruta diferente que se hacía mucho más larga y terminaba en otro lugar. Se sentó el la penúltima silla del autobús, abrió su cartera, sacó unos zapatos bajitos que aparentaban ser muy descansados, se quitó sus zapatos altos y reemplazándolos por los bajitos suspiró cuando sintió que sus pies ya no estaban en puntillas y experimentó un descanso que la hizo sonreír. Guardó en la cartera sus zapatos altos, sacó su ipod y encendiéndolo, al instante su mundo cambió escuchando la sonata nº 3 de Johannes Brahms.